Cuando me llenan los porqués te imagino como pequeños cristales llenos de gritos que atraviesan la paz donde escondo mis silencios, como prismas llenos de luz que destierran la oscuridad, como espejos que reflejan las grietas arco iris que dejas al pasear tus dedos por las cicatrices, como el olor del verano colándose entre las pestañas, como lluvia de sol que estalla en una piel helada. Te imagino siendo melodía en labios del viento, como caricia entre brisas de cariño, como marea que golpea la calma inquebrantable que es tu risa, como gota de rocío en la punta de una lengua de arena perdida en la inconstancia del desierto. Imagino dibujarte como línea hecha de lágrimas al borde del abismo, como instante que se pierde entre el humo del olvido, como abrazo cálido de miradas cuando se cruzan, como el sonido de una puerta abierta donde para ti estaré detrás, como escondite donde refugiar tormentas, como el vaho frío que se derrite en tu pecho, como el sincericidio al decirte que temo verte marchar
y verte llegar y no saber explicar esta revolución de tristes en un pozo de esperanza; todo lo que siento cuando te miro.
Al cerrar la puerta, podría callar las veces que hablas, amar tu silencio poco a poco. Vaciar por la ventana la tristeza y sentir la lluvia entre las sábanas.
Convivir entre montañas húmedas de océanos que bañan tus pestañas, orillas huérfanas de playa que infestan tus sueños más profundos. Podría llamarte en susurros, pronunciar tu nombre como el sonido sordo de los dedos arañando este desorden. Arrancarte uno a uno los puñals, liberarte de condena cortando tus cadenas, desgarrarte la pena tragando cristales.
Pero quererte es plantar las raíces en tierra prometida, es arraigar tus finales, tus principios, y dejar cuanto conoces que te ate al precipicio del miedo para dejarte caer,
no sé qué sentido puede tener prohibirle el vuelo al alma de viento que te enamoró al sentir su roce.