sábado, 30 de enero de 2016

Metamorphosis.

 Desperté siendo.
No dando más
que suspiros.
Latidos
descompasados.
Y me encontré de frente
al mundo.
Desnuda
y tenue.
Con las manos agrietadas
sin haber vivido jamás
una guerra.
Porque yo era eso:
una batalla que nunca fue mía.
Ni fui capaz de entenderla.
Con los labios cortados
con las espinas
de una rosa.
Un norte
y un sur.
Un,
dos,
tres...
Respiré otra vez.
Me di cuenta
de que, despertando,
había apagado un sueño.
Sin encender nada.
Y dando un paso
había empezado
una historia.
Pero no fue
hasta la primera vez
que me atreví a no balbucear
y a mirarte a los ojos,
a ti,
al todo,
al miedo
de perderme
en algo más profundo
que en tu mirada.
Me di cuenta
de que, respirando,
el aire acarició
la vida
y un soplo
de aire fresco
se coló por la ventana.
Al desplegar los párpados
en mitad de un beso,
eché a volar.
Alcancé las estrellas
y conquisté el firmamento.
Y bajé la luna
y la guardé en el armario.
Me prometí un desenfreno
y solo cumplí años.
Apagué las luces,
soplé las velas,
me quedé a oscuras.
Y ningún astro fugaz
me atravesó las pupilas.
Ni un deseo
cumplido.
Pensé de casualidad
antes de saltar
en un par de ocasiones.
Y perjuré el no volver
a repetirlo.
Escuché la brisa
acariciarme las pestañas
mientras me hervía la sangre,
y no me calmé.
Intenté sosegarme
atándome una soga
al cuello
y no lo conseguí.
Y solo entonces,
cuando decidí
dejar de pedirme
que hiciese lo imposible
por ser feliz,
solo entonces
me di cuenta
de que te tengo
aquí,
justo delante.
Y sonreí.

2 comentarios:

  1. Ni el mismísimo Bécquer araña tanto el velo de mi alma, como lo has hecho tú con tan bellos versos. Esos versos me han parecido besos.

    Atentamente,
    Z

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    Respuestas
    1. Millones de gracias. Tu comentario me ha impactado muchísimo, has creado poesía en cuatro líneas.
      ¡Gracias otra vez!

      Eliminar

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