Continué mirándola, pensando que
aquella mirada era digna de ser llamada divina, me quedé mirando a sus ojos
infinitos como su eterna alegría. Observé detenidamente su sonrisa y me di
cuenta de que, realmente, me estaba enamorando de ella.
Mi corazón palpitaba tan fuerte y
mi mirada revelaba mis verdaderos sentimientos hacia ella. Entonces fue cuando
me di cuenta de que el amor no es nada premeditado y solo cuando lo alcanzas,
es cuando eres consciente de su simplicidad y de su belleza, de su complicidad
y su necesidad. ¿Cuántas veces había esperado en mi vida aquella mirada de
complicidad que ella me dirigió?
En ese momento en el que nuestros
corazones se encontraron y nuestros sentimientos salieron a la luz, esbocé una
tímida sonrisa. Ella me correspondió con una mirada cargada de ternura. Y esa
mirada fue la auténtica prueba de que aquello que había encontrado era el
verdadero amor, ese amor incondicional, sin límites, sin fronteras, sin fin...
ese amor perpetuo, ese amor que busca la eternidad y la libertad. Un auténtico
amor, que no entiende de cadenas ni opresiones, no entiende de distancias ni de
engaños.
Mi corazón quedó aturdido ante
aquella mirada penetrante, y solo entonces, logré balbucear breves palabras.
Unas palabras que salían de mi boca y se perdían entre los suspiros que
exhalaba, unas palabras que no lograban ser encontradas por su destinatario,
que impedían ser recibidas... culpables, mis nerviosos labios.
Nos acercamos el uno al otro,
lentamente, sin pararnos a pensar en el tiempo. Fue ahí, cuando comprendí por
qué el tiempo es barrera. Cuando comprendí que la piel es un obstáculo cuando
buscas contacto con el alma.
Estando ella y yo a menos de un
suspiro de distancia, acercamos nuestras manos hasta poder tocarlas. Mi mano
temblorosa y fría. Mi mano impaciente y deseosa. Acercamos nuestros labios al
tiempo. Cerré mis ojos, esperando aquello, aquella sensación que llevaba
ansiando tantas noches pensando en ella, en tan solo verla una vez más.
Rozando nuestros labios estaban.
Entonces sentí el frío, el frío de la crueldad y la traición, la suavidad de
una puñalada, la genialidad de un asesinato y las lágrimas asomando a mis ojos.
Notando la angustia en mi garganta y el sufrimiento en mis venas me separé de
sus endiabladas garras.
Lo que vi a continuación,
consiguió dejarme apenas sin aliento. Frente a mis ojos, una mirada
maquiavélica se mostraba y una sonrisa tétrica ensombrecía aquel bello rostro
al que yo adoraba, creí ver su alma tornarse malvada y su corazón ennegrecer.
Entendí las sinuosas formas que mi mente enturbiaban y mis ojos cegaban, hasta
tal punto de no conseguir, siquiera, oír la maléfica risa que en el aire se
escuchaba. Y sentí miedo. No, miedo no. Más bien sentí auténtico pavor de
aquella imagen que ante mí se levantaba.
A continuación, pude por fin
escuchar con claridad aquella risa que a mi corazón asqueaba, aquella risa
satírica y burlona que por sus labios escapaba.
Y la golpeé, la golpeé con todas
mis fuerzas. La estampa que antes estaba, desapareció ante mis ojos, rota en
mil pedazos. No pude contenerme y destrozar aquellos trozos de cristal.
¡Vaya! Tienes un gran talento para la escritura, te felicito. Me gusta eso de ''Rozando nuestros labios estaban. Entonces sentí el frío, el frío de la crueldad y la traición, la suavidad de una puñalada, la genialidad de un asesinato y las lágrimas asomando a mis ojos. Notando la angustia en mi garganta y el sufrimiento en mis venas me separé de sus endiabladas garras.''
ResponderEliminarTu texto me ha dejado sin aliento, me ecanta de verdad!
Esperaré con ansia el siguiente!:*
¡Muchísimas gracias!
EliminarNo sabes la sonrisa que me acabas de sacar, nos encanta, de verdad, recibir comentarios como el tuyo.
¡Un besazo!